Érase una
vez una muchacha de larga melena rubia y ojos esmeralda llamada Serafina. Ella
no era una chica cualquiera, pues, todos bien sabían, que además de ser la
princesa del reino también era la más bella del lugar.
Serafina temía
por la locura de su padre el Rey Segismundo y pensaba en escapar de palacio.
Pero pensó, que si su padre la prestaba atención podría currar su locura, así
pues decidió pedirle algo que deseaba con todas sus ganas y que tendría al Rey
ocupado.
-
Padre,
si te pidiera algo, ¿me lo concederías? – Le dijo Serafina un día a su padre
que vagaba por el palacio.
-
Claro
que si hija mía.
-
Sea
lo que sea.
-
Por
su puesto, ya sabes que soy el Rey de Reyes y puedo hacer cualquier cosa. Y más
por mi hija.
Armada de
valor Serafina le confeso su sueño más preciado, pues quería un magnifico
abrigo con el que había soñado todos las
noche. Pero no un abrigo cualquiera, un abrigo hecho con toda clase de pieles
animales.
El Rey
Segismundo formo a su escolta y sus mejores hombres y se embarcó en un viaje
por todo el mundo para hacerle a su hija el magnífico abrigo que había pedido.
A medida que
iba pasando el tiempo, Serafina le iba pidiendo más cosas. A través de cartas le contaba al Rey todo lo
que sucedía en palacio y al mismo tiempo le pedía objetos y prendas de otros países.
Llegaban a palacio objetos magníficos de lugares recónditos, cuadros coloridos
de personajes exóticos, valiosas joyas y ornamentos. Y un día llegaron a
palacio, tres vestidos deslumbrantes mandados hacer especialmente para la
Princesa Serafina, tres vestidos que pasarían a ser desde ese día sus prendas
más valiosas.
Pero a su
vuelta, el Rey ya no era el mismo, la locura le había consumido y aunque como
bien prometió a su hija, le había traído su majestuoso abrigo hecho con toda
clase de pieles; el Rey desaliñado y con mirada ausente, nunca volvió a reconocer
a su hija. Vagaba por palacio enloquecido, hablando con las paredes y desafiando
a todo aquel que se topara en su camino. Decía cosas sin sentido, avergonzando
y deshonrando a todos, incluso a su propia hija.
El Rey
Segismundo se había vuelto loco y a Serafina
ya no le quedaba más remedio que escapar, actuó rápidamente y se llevó sus
pertenencias más valiosas; sus tres vestidos preciosos y su prenda favorita, el
abrigo que el Rey le había hecho para ella, el abrigo, que la protegería en su
huida.
Serafina salió
de noche del castillo sin que nadie la viera y huyo hacia el bosque, donde
sabía que no la encontraría. Dormía de día y caminaba de noche así nadie la
vería. Pasaron los días y las semanas y Serafina andaba y andaba, sin acordarse
de los días que llevaba en el bosque. Al salir el sol todas las mañanas buscaba
escondrijos y recovecos entre rocas o árboles para dormir echa un ovillo con su
magnífico abrigo de toda clase de pieles que la protegía del frio y la
camuflaba de cualquier mirada.
Pero una mañana mientras ella intentaba dormir oye a unos soldados.
Pero una mañana mientras ella intentaba dormir oye a unos soldados.
-
Que
será eso tan extraño que asoma de ese hueco.
-
Debe
ser algún tipo de animal. Avisar al
Príncipe Jamal.
Serafina,
asustada y temiendo por su vida dijo.
-
Soy
un animalillo asustado, por favor no me hagáis daño.
Los soldados
sorprendidos bajaron de sus caballos y fueron a sacar a la joven Serafina, pero
ella se resistió y fueron necesarios cuatro soldados para poder llevarla al
Palacio del Príncipe Jamal.
Estaba tan
sucia que nadie la hubiera reconocido y al llegar a palacio Serafina se lavó y
se vistió ella sola, poniéndose de nuevo con su abrigo, sin que nadie la viera
el rostro.
Todo el
castillo al verla creyó que estaba loca y la llamaban “toda clase de pieles”. Decidieron
que podría servir para ayudar en las cocinas de Palacio y así fue, Serafina
hacia todo lo que el Cocinero jefe Roberto le mandaba. Pelaba patatas, hacia
paella, freía filetes, decoraba los postres y hasta hacia el caldo que todas
las noches el Príncipe Jamal tomaba.
Un día se
anunció por todo lo alto que el Príncipe realizaría tres bailes para encontrar
esposa. A Serafina le parecía muy guapo y apuesto el Príncipe Jamal pues al
estar por palacio le había visto varias veces.
Así que, tuvo
una idea.
Al día
siguiente Serafina le dijo al cocinero Roberto:
-
Señor,
me gustaría mucho poder ver el baile. Yo nunca he podido asistir a ninguno.
¿Usted me dejaría?
A lo que
Roberto respondió:
-
Antes
deberás ayudarme con la comida del banquete y después podrás ir. Pero recuerda,
debes volver antes del que el príncipe vaya a sus aposentos, pues debes
prepararle el caldo de cada noche.
-
De
acuerdo. – Contesto Serafina.
El primer
día del grandioso baile, cuando Serafina quedo libre del trabajo de la cocina
corrió a su habitación y se puso su
vestido más dorado que el sol para asistir secretamente al baile.
Cuando
apareció en el baile todos los asistentes se quedaron asombrados de su belleza.
El Príncipe Jamal se acercó a ella muy interesado y la pidió que bailara con
él.
Mientras
bailaban el Príncipe Jamal no hacía más que preguntarla e intentar que hablara,
pero Serafina no le dijo quién era. Después de bailar con el Príncipe Jamal,
Serafina se marchó, se cambió de nuevo poniéndose su abrigo de toda clase de
pieles y preparo el caldo del Príncipe.
Serafina
siempre llevaba consigo un collar con tres figuras de oro, un sol, una luna y
un anillo, regalo de su madre. Así pues esa noche al llevarle el caldo al
Príncipe Jamal ella decidió llevar una de las figuras y dejarla en algún sitio
donde el Príncipe pudiera encontrarla.
Cuando el
Príncipe Jamal termino el caldo y fue a abrir su libro favorito encontró un pequeño
sol de oro, sorprendido por su descubrimiento lo dejo en un lugar seguro pero a
la vista de todo el mundo, por si alguien lo reconocía.
Al día
siguiente paso lo mismo Serafina tras ayudar en las cocinas de palacio se
cambió y se puso otro de sus vestidos, el que era más plateado que la Luna y
apareció en el baile. El Príncipe Jamal no quiso bailar con otra chica, pues le
gustaba mucho estar con la joven misteriosa. Esa noche hablaron, se rieron y se
conocieron mejor. Aunque Serafina no le hablo mucho de ella, el Príncipe Jamal
sabía que debía de ser una Princesa.
Esa noche
cuando el Príncipe Jamal termino su caldo y abrió de nuevo su libro favorito
encontró otro objeto de oro, esta vez era una luna. Sorprendido de nuevo, la
dejo junto a al sol esperando encontrar a su dueño.
Finalmente
llego la última noche y el último baile y ocurrió algo muy parecido, Serafina
al terminar en la cocina subió y se arregló poniéndose su último vestido el más
brillante que las estrellas y salió hacia el baile. El Príncipe Jamal ya la
esperaba en la puerta, decidido a pasar todo la noche bailando, hablando y
riendo junto a ella. Y eso mismo es lo que sucedió, bailaron, comieron y
rieron.
Serafina se
lo pasaba tan bien que se olvidó de la hora y cuando se dio cuenta quiso
marcharse corriendo, pero el príncipe no la dejaba irse la cogía de las manos y
la insistía para que baila un último baile.
Cuando por
fin la dejo marchar, Serafina corrió hasta
llegar a su habitación, allí se cambie rápido poniéndose su abrigo de toda
clase de pieles, se puso la capucha que le tapaba su bello rostro y corrió a
las cocinas.
Roberto el
cocinero la esperaba muy enfadado.
-
Pero,
muchacha no has visto las horas que son. Date prisa y prepara y sube al
príncipe su caldo o te verás en un buen lío.
Serafina
preparo el caldo y subió a toda prisa a la habitación del príncipe. Llamo a la
puerta y entro.
El príncipe
Jamal que estaba esperando su caldo la dijo.
-
Es
mejor que te quedes aquí un momento y así te llevas el cuenco de mi caldo
cuando termine.
-
Si
mi señor - respondió Serafina.
El príncipe
Jamal antes de terminar su caldo la hablo de unas figuras de oro que había
encontrado y se las enseño.
-
Sabes
de quien pueden ser. – La pregunto el Príncipe Jamal
-
No
mi señor
Al instante el Príncipe fue a coger su libro
favorito y lo abrió dejando ver el último objeto que le habían dejado. Era un
anillo de oro.
-
¿Sabes
qué es esto?
-
No
mi señor
-
Es
el compañero del que tú llevas en la mano. ¿Te casarías conmigo?
Y Serafina
se miró la mano y comprobó que llevaba un anillo, que sin darse cuenta el
Príncipe Jamal le había puesto. Feliz y contenta Serafina abrazo al Príncipe
Jamal y le contesto que sí.
La boda se
celebró por todo lo alto y después de su reinado el castillo se llenó de vida.
Cuentan las leyendas que el Rey y la
Reina fueron muy felices y que a la Reina Serafina se la solía ver las noches
frías caminar por palacio con su majestuoso abrigo de toda clase de pieles,
pues al fin y al cabo siempre fue su prenda favorita.
Y aquí se
acaba el cuento de las pieles y el ungüento. Que un día me contaron y ahora a otros
he pasado.
Como se ha realizado la adaptación y porque.
He omitido todo el principio del cuento. La información del
nacimiento, muerte de la madre y “obsesión” del padre por casarse con su hija.
Es importante pero no esencial en el relato. Además muchos de
los temas de los que se hablan al comienzo del relato original son tabú. La
muerte y más de una figura tan importante en el ámbito familiar como es la
madre al comienzo del libro, crea un choque en el comienzo de la narración que
no influye en el posterior desarrollo de la historia ni en las decisiones de
la protagonista, desde el punto de vista
de un niño.
Pues un adulto puede desglosar y razonar muchos de los
aspectos que la muerte de la madre representa en la historia.
Otra de las cosas que he omitido del principio han sido las
últimas voluntades de la madre dirigidas al padre. Omitiéndolas no afecta para
nada al relato, ya que el collar con los tres objetos lo lleva la Princesa;
información que hemos dado al lector sin especificar de donde procede (muerte
de la madre).
La “obsesión” del padre por encontrar a una nueva esposa y su
posterior encaprichamiento con casarse
con su hija era un tema que quería suprimir. Un tema demasiado morboso que he
cambiado diciendo que el Rey se había vuelto loco. Además he incrementado su
locura, cuando Serafina (la princesa) le pide que le haga un abrigo de toda
clase de pieles. Ella piensa que entreteniendo a su padre puede llegar a
ayudarle, pero se equivoca, porque a su vuelta el Rey está aún más loco. Cuando
ella escapa, se lleva consigo cuatro
prendas; esto lo he modificado diciendo que eran sus tres prendas favoritas, menos
el abrigo que el Rey le regala.
La princesa huye por la locura de su padre, en la adaptación
que yo realizo y podríamos decir que es un símil al original en el que también
huye por la locura que su padre tiene por casarse con ella.
La estructura del cuento a partir de ahí no cambia he creído
conveniente mantener esa huida como comienzo del cuento pues genera un comienzo
muy intrigante. Prosigue igual que el cuento original hasta la llegada de los
objetos de su collar que he cambio dos de ellos asemejándolos a los vestidos
que ella viste cada una de las noches en las que baila con el príncipe. Un sol
y una luna. También he cambiado el lugar donde encuentra los objetos el
Príncipe, en vez de ser metidos en el caldo los encuentra dentro de su libro
favorito.
Creo que subconscientemente he visto peligroso el meter
objetos dentro de la comida (atragantarse), pues jugando un día de pequeña con
mi hermana con las muñecas ella imito lo que yo hacía con las muñecas y se
metió en la boca una manzana de plástico. Afortunadamente no pasó nada grave.
Creo que por eso he cambiado la ubicación de los objetos,
pues los niños tienden a imitar las cosas que escuchan, leen o ven, sobre todo
si son cosas nuevas o que les ha llamado la atención.
La ubicación de los objetos la he cambiado por un libro, un
objeto que se puede presentar en todo cuento, que nos dice algo del personaje y
que nos interesa, pues al fin y al cabo encuentras un vínculo con el personajes
y una conexión, pues estas realizando la misma acción que él (sostenes un
libro, el libro que estás leyendo).
Y todo el cuento prosigue igual sin ningún cambio hasta el final,
en el que he incluido la curiosidad de que la Princesa Serafina aun siendo
reina no deja de ponerse su abrigo de toda clase de pieles. Para crear en el
lector una reflexión.
Creo
que mi adaptación podría estar enfocada a niños y niñas tanto de primero de
primaria (6-7) como de última etapa de infantil (5), aunque los de infantil al
ser un cuento contando sin imágenes debe ser el orador el que les atrape con el
relato.
En
el primer curso de primaria, siguen siendo casi alumnos de infantil pero es el
momento de imaginar y de conectar historias sin que la imagen sea el centro del
relato. En donde los detalles son vistos y los finales justos y felices son
aclamados.
Hola, Gabriela. Me ha gustado mucho tu adaptación que creo que ha mejorado con la corrección que has realizado. No obstante, me parece que el planteamiento no está del todo bien desarrollado, especialmente la relación con su padre, el Rey. No acabo de ver claro el motivo de su huida, ¿no debería haber ayudado a su padre en vez de huir?
ResponderEliminarEs una interesante reflexión, Carolina.
EliminarPerfecto.
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