martes, 12 de abril de 2016

Correción de Toda clase de pieles de los Hermanos Grimm adaptación por G. Molina

Érase una vez una muchacha de larga melena rubia y ojos esmeralda llamada Serafina. Ella no era una chica cualquiera, pues, todos bien sabían, que además de ser la princesa del reino también era la más bella del lugar.

Serafina temía por la locura de su padre el Rey Segismundo y pensaba en escapar de palacio. Pero pensó, que si su padre la prestaba atención podría currar su locura, así pues decidió pedirle algo que deseaba con todas sus ganas y que tendría al Rey ocupado.

-          Padre, si te pidiera algo, ¿me lo concederías? – Le dijo Serafina un día a su padre que vagaba por el palacio.
-          Claro que si hija mía.
-          Sea lo que sea.
-          Por su puesto, ya sabes que soy el Rey de Reyes y puedo hacer cualquier cosa. Y más por mi hija.

Armada de valor Serafina le confeso su sueño más preciado, pues quería un magnifico abrigo con el que  había soñado todos las noche. Pero no un abrigo cualquiera, un abrigo hecho con toda clase de pieles animales.

El Rey Segismundo formo a su escolta y sus mejores hombres y se embarcó en un viaje por todo el mundo para hacerle a su hija el magnífico abrigo que había pedido.
A medida que iba pasando el tiempo, Serafina le iba pidiendo más cosas.  A través de cartas le contaba al Rey todo lo que sucedía en palacio y al mismo tiempo le pedía objetos y prendas de otros países. Llegaban a palacio objetos magníficos de lugares recónditos, cuadros coloridos de personajes exóticos, valiosas joyas y ornamentos. Y un día llegaron a palacio, tres vestidos deslumbrantes mandados hacer especialmente para la Princesa Serafina, tres vestidos que pasarían a ser desde ese día sus prendas más valiosas.

Pero a su vuelta, el Rey ya no era el mismo, la locura le había consumido y aunque como bien prometió a su hija, le había traído su majestuoso abrigo hecho con toda clase de pieles; el Rey desaliñado y con mirada ausente, nunca volvió a reconocer a su hija. Vagaba por palacio enloquecido, hablando con las paredes y desafiando a todo aquel que se topara en su camino. Decía cosas sin sentido, avergonzando y deshonrando a todos, incluso a su propia hija.

El Rey Segismundo se había vuelto loco y  a Serafina ya no le quedaba más remedio que escapar, actuó rápidamente y se llevó sus pertenencias más valiosas; sus tres vestidos preciosos y su prenda favorita, el abrigo que el Rey le había hecho para ella, el abrigo, que la protegería en su huida.

Serafina salió de noche del castillo sin que nadie la viera y huyo hacia el bosque, donde sabía que no la encontraría. Dormía de día y caminaba de noche así nadie la vería. Pasaron los días y las semanas y Serafina andaba y andaba, sin acordarse de los días que llevaba en el bosque. Al salir el sol todas las mañanas buscaba escondrijos y recovecos entre rocas o árboles para dormir echa un ovillo con su magnífico abrigo de toda clase de pieles que la protegía del frio y la camuflaba de cualquier mirada.
Pero una mañana mientras ella intentaba dormir oye a unos soldados.

-          Que será eso tan extraño que asoma de ese hueco.
-          Debe ser  algún tipo de animal. Avisar al Príncipe Jamal.
Serafina, asustada y temiendo por su vida dijo.
-          Soy un animalillo asustado, por favor no me hagáis daño.

Los soldados sorprendidos bajaron de sus caballos y fueron a sacar a la joven Serafina, pero ella se resistió y fueron necesarios cuatro soldados para poder llevarla al Palacio del Príncipe Jamal.
Estaba tan sucia que nadie la hubiera reconocido y al llegar a palacio Serafina se lavó y se vistió ella sola, poniéndose de nuevo con su abrigo, sin que nadie la viera el rostro.

Todo el castillo al verla creyó que estaba loca y la llamaban “toda clase de pieles”. Decidieron que podría servir para ayudar en las cocinas de Palacio y así fue, Serafina hacia todo lo que el Cocinero jefe Roberto le mandaba. Pelaba patatas, hacia paella, freía filetes, decoraba los postres y hasta hacia el caldo que todas las noches el Príncipe Jamal tomaba.

Un día se anunció por todo lo alto que el Príncipe realizaría tres bailes para encontrar esposa. A Serafina le parecía muy guapo y apuesto el Príncipe Jamal pues al estar por palacio le había visto varias veces.

Así que, tuvo una idea.
Al día siguiente Serafina le dijo al cocinero Roberto:
-          Señor, me gustaría mucho poder ver el baile. Yo nunca he podido asistir a ninguno. ¿Usted me dejaría?
A lo que Roberto respondió:
-          Antes deberás ayudarme con la comida del banquete y después podrás ir. Pero recuerda, debes volver antes del que el príncipe vaya a sus aposentos, pues debes prepararle  el caldo de cada noche.
-          De acuerdo. – Contesto Serafina.

El primer día del grandioso baile, cuando Serafina quedo libre del trabajo de la cocina corrió a su habitación y  se puso su vestido más dorado que el sol para asistir secretamente al baile.
Cuando apareció en el baile todos los asistentes se quedaron asombrados de su belleza. El Príncipe Jamal se acercó a ella muy interesado y la pidió que bailara con él.

Mientras bailaban el Príncipe Jamal no hacía más que preguntarla e intentar que hablara, pero Serafina no le dijo quién era. Después de bailar con el Príncipe Jamal, Serafina se marchó, se cambió de nuevo poniéndose su abrigo de toda clase de pieles y preparo el caldo del Príncipe.

Serafina siempre llevaba consigo un collar con tres figuras de oro, un sol, una luna y un anillo, regalo de su madre. Así pues esa noche al llevarle el caldo al Príncipe Jamal ella decidió llevar una de las figuras y dejarla en algún sitio donde el Príncipe pudiera encontrarla.

Cuando el Príncipe Jamal termino el caldo y fue a abrir su libro favorito encontró un pequeño sol de oro, sorprendido por su descubrimiento lo dejo en un lugar seguro pero a la vista de todo el mundo, por si alguien lo reconocía.

Al día siguiente paso lo mismo Serafina tras ayudar en las cocinas de palacio se cambió y se puso otro de sus vestidos, el que era más plateado que la Luna y apareció en el baile. El Príncipe Jamal no quiso bailar con otra chica, pues le gustaba mucho estar con la joven misteriosa. Esa noche hablaron, se rieron y se conocieron mejor. Aunque Serafina no le hablo mucho de ella, el Príncipe Jamal sabía que debía de ser una Princesa.

Esa noche cuando el Príncipe Jamal termino su caldo y abrió de nuevo su libro favorito encontró otro objeto de oro, esta vez era una luna. Sorprendido de nuevo, la dejo junto a al sol esperando encontrar a su dueño.

Finalmente llego la última noche y el último baile y ocurrió algo muy parecido, Serafina al terminar en la cocina subió y se arregló poniéndose su último vestido el más brillante que las estrellas y salió hacia el baile. El Príncipe Jamal ya la esperaba en la puerta, decidido a pasar todo la noche bailando, hablando y riendo junto a ella. Y eso mismo es lo que sucedió, bailaron, comieron y rieron.

Serafina se lo pasaba tan bien que se olvidó de la hora y cuando se dio cuenta quiso marcharse corriendo, pero el príncipe no la dejaba irse la cogía de las manos y la insistía para que baila un último baile.

Cuando por fin la dejo marchar, Serafina corrió  hasta llegar a su habitación, allí se cambie rápido poniéndose su abrigo de toda clase de pieles, se puso la capucha que le tapaba su bello rostro y corrió a las cocinas.

Roberto el cocinero la esperaba muy enfadado.
-          Pero, muchacha no has visto las horas que son. Date prisa y prepara y sube al príncipe su caldo o te verás en un buen lío.
Serafina preparo el caldo y subió a toda prisa a la habitación del príncipe. Llamo a la puerta y entro.
El príncipe Jamal que estaba esperando su caldo la dijo.
-          Es mejor que te quedes aquí un momento y así te llevas el cuenco de mi caldo cuando termine.
-          Si mi señor - respondió Serafina.
El príncipe Jamal antes de terminar su caldo la hablo de unas figuras de oro que había encontrado y se las enseño.
-          Sabes de quien pueden ser. – La pregunto el Príncipe Jamal
-          No mi señor

 Al instante el Príncipe fue a coger su libro favorito y lo abrió dejando ver el último objeto que le habían dejado. Era un anillo de oro.
-          ¿Sabes qué es esto?
-          No mi señor
-          Es el compañero del que tú llevas en la mano. ¿Te casarías conmigo?

Y Serafina se miró la mano y comprobó que llevaba un anillo, que sin darse cuenta el Príncipe Jamal le había puesto. Feliz y contenta Serafina abrazo al Príncipe Jamal y le contesto que sí.

La boda se celebró por todo lo alto y después de su reinado el castillo se llenó de vida. Cuentan las leyendas que  el Rey y la Reina fueron muy felices y que a la Reina Serafina se la solía ver las noches frías caminar por palacio con su majestuoso abrigo de toda clase de pieles, pues al fin y al cabo siempre fue su prenda favorita.

Y aquí se acaba el cuento de las pieles y el ungüento. Que un día me contaron y ahora a otros he pasado.



Como se ha realizado la adaptación y porque.
He omitido todo el principio del cuento. La información del nacimiento, muerte de la madre y “obsesión” del padre por casarse con su hija.

Es importante pero no esencial en el relato. Además muchos de los temas de los que se hablan al comienzo del relato original son tabú. La muerte y más de una figura tan importante en el ámbito familiar como es la madre al comienzo del libro, crea un choque en el comienzo de la narración que no influye en el posterior desarrollo de la historia ni en las decisiones de la  protagonista, desde el punto de vista de un niño.

Pues un adulto puede desglosar y razonar muchos de los aspectos que la muerte de la madre representa en la historia.
Otra de las cosas que he omitido del principio han sido las últimas voluntades de la madre dirigidas al padre. Omitiéndolas no afecta para nada al relato, ya que el collar con los tres objetos lo lleva la Princesa; información que hemos dado al lector sin especificar de donde procede (muerte de la madre).

La “obsesión” del padre por encontrar a una nueva esposa y su posterior  encaprichamiento con casarse con su hija era un tema que quería suprimir. Un tema demasiado morboso que he cambiado diciendo que el Rey se había vuelto loco. Además he incrementado su locura, cuando Serafina (la princesa) le pide que le haga un abrigo de toda clase de pieles. Ella piensa que entreteniendo a su padre puede llegar a ayudarle, pero se equivoca, porque a su vuelta el Rey está aún más loco. Cuando ella escapa,  se lleva consigo cuatro prendas; esto lo he modificado diciendo que eran sus tres prendas favoritas, menos el abrigo que el Rey le regala.

La princesa huye por la locura de su padre, en la adaptación que yo realizo y podríamos decir que es un símil al original en el que también huye por la locura que su padre tiene por casarse con ella.
La estructura del cuento a partir de ahí no cambia he creído conveniente mantener esa huida como comienzo del cuento pues genera un comienzo muy intrigante. Prosigue igual que el cuento original hasta la llegada de los objetos de su collar que he cambio dos de ellos asemejándolos a los vestidos que ella viste cada una de las noches en las que baila con el príncipe. Un sol y una luna. También he cambiado el lugar donde encuentra los objetos el Príncipe, en vez de ser metidos en el caldo los encuentra dentro de su libro favorito.

Creo que subconscientemente he visto peligroso el meter objetos dentro de la comida (atragantarse), pues jugando un día de pequeña con mi hermana con las muñecas ella imito lo que yo hacía con las muñecas y se metió en la boca una manzana de plástico. Afortunadamente no pasó nada grave.
Creo que por eso he cambiado la ubicación de los objetos, pues los niños tienden a imitar las cosas que escuchan, leen o ven, sobre todo si son cosas nuevas o que les ha llamado la atención.
La ubicación de los objetos la he cambiado por un libro, un objeto que se puede presentar en todo cuento, que nos dice algo del personaje y que nos interesa, pues al fin y al cabo encuentras un vínculo con el personajes y una conexión, pues estas realizando la misma acción que él (sostenes un libro, el libro que estás leyendo).
Y todo el cuento prosigue igual sin ningún cambio hasta el final, en el que he incluido la curiosidad de que la Princesa Serafina aun siendo reina no deja de ponerse su abrigo de toda clase de pieles. Para crear en el lector una reflexión.

Creo que mi adaptación podría estar enfocada a niños y niñas tanto de primero de primaria (6-7) como de última etapa de infantil (5), aunque los de infantil al ser un cuento contando sin imágenes debe ser el orador el que les atrape con el relato.
En el primer curso de primaria, siguen siendo casi alumnos de infantil pero es el momento de imaginar y de conectar historias sin que la imagen sea el centro del relato. En donde los detalles son vistos y los finales justos y felices son aclamados.



3 comentarios:

  1. Hola, Gabriela. Me ha gustado mucho tu adaptación que creo que ha mejorado con la corrección que has realizado. No obstante, me parece que el planteamiento no está del todo bien desarrollado, especialmente la relación con su padre, el Rey. No acabo de ver claro el motivo de su huida, ¿no debería haber ayudado a su padre en vez de huir?

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